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EL RÍO HEBRO

EL RÍO HEBRO

 

 

No, no se nos ha escapado una hache por error. Para el que no lo sepa, resulta que hay otro río que se llama igual que el nuestro pero con esa letrita delante.

Se trata del río Maritsa, al que los griegos llamaron Evros y los romanos Hebro. Discurre por Bulgaria y forma frontera natural entre ese país y Turquía y Grecia, bañando la histórica región de Tracia.

Si nuestro ibérico río ocupa un puesto relevante en la iconografía religiosa cristiana, gracias a Santiago y a la virgen María, el Hebro no es menos importante, pero desde el punto de vista pagano, ocupando su lugar dentro de la mitología griega.

Fue a este río a donde fue arrojada la lira y la cabeza de Orfeo, después de perder definitivamente a su querida Eurídice, a la que había ido a buscar al mismísimo infierno por no poder soportar su muerte. Dicen que con sus melodías logró embelesar a todos los demonios del Hades, que al final accedieron a que la rescatara del reino de los muertos, con la condición de que no podía volverse a mirarla hasta que llegaran al reino de los vivos. Pero no resistió la tentación y Euridice volvió de nuevo y para siempre al inframundo.

Desde entonces Orfeo, sumido en el más profundo dolor, no volvió a fijarse en ninguna mujer. Las salvajes ménades, seguidoras del dios Dioniso, ardientes de deseo por Orfeo, no soportaron su desprecio y abalanzándose sobre él, lo desmembraron y tiraron su lira y su cabeza al Hebro.

 

Yacen diseminados tus miembros en distintos lugares. Tú, Hebro, acoges su cabeza y su lira y (¡oh, maravilla!) mientras se desliza en medio de la corriente, no sé qué quejidos lastimeros emite la lira, no sé qué lastimero murmura la lengua sin vida, no sé qué lastimero responden las orillas.

(Ovidio, Metamorfosis XI)

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