Alofonía, islas lingüísticas, fósiles lingüísticos y otras zarandajas
Italia es, sin duda alguna, el país de Europa occidental con más curiosidades y peculiaridades lingüísticas. A la infinidad de dialectos que se hablan, de la más diversa procedencia, hay que sumar otra serie de fenómenos lingüísticos a cual más pintoresco.
Empecemos por la alofonía, que consiste en hablar la lengua de la zona colindante a la donde uno vive. Es como si los extremeños fronterizos hablasen todos portugués o los jacetanos hablasen todos francés. Algo tan impensable en España, es lo que ocurre en nuestra querida Italia. En los valles lindantes con Francia, son muchas las personas que tienen como lengua materna el francoprovenzal o el occitano, y en la zona lindante con Suiza, dialectos germánicos, entre los que destaca el walser, que se habla en poblaciones diseminadas del Piamonte y el Friuli, donde a su vez se hablan dialectos eslovenos, de raíz totalmente eslava (esta simple frase en dialecto resiano la entendería antes un ruso que un italiano: “Hospud buh än rëkäl synycö män prasne roke anö sy rüdë vynësäl dubruto mëh bratröu”).
Además existen lo que se llaman islotes o islas lingüísticas, es decir poblaciones que hablan una lengua totalmente diferente a la de las poblaciones circundantes. En el sur, tenemos dialectos griegos, vestigios lejanos de la Magna Grecia, que se han conservado en Calabria y en la zona de Otranto. Hay dialectos croatas en la costa adriática del Molise y los Abruzos, hablados por los descendientes de los refugiados de los siglos V y VI. También en el sur existen pequeñas comunidades albanesas que hablan arberesco o arbëror, testimonio de la llegada en el siglo XV de un grupo de mercenarios contratados por el rey Alfonso I de Aragón para acabar con una revuelta en Calabria. Estos mercenarios recibieron tierras en agradecimiento a los servicios prestados, y una parte de sus descendientes pasó después a Sicilia, donde existe todavía alguna colonia bilingüe.
En algunos de estos islotes lo que se hablan son auténticos fósiles lingüísticos, entre los que destaca el cimbro, que es una variedad del alemán del siglo XIII, traído por leñadores bávaros que se instalaron en zonas boscosas de Verona, Vicenza y Trento. En un pueblecito llamado Luserna, toda la población habla esta lengua. Lo mismo ocurre con otra variedad del alemán de los siglos XII y XIII, el mócheno, que se habla en el valle del mismo nombre también en la provincia de Trento.
En fin … que así podríamos estar horas y horas comentando el extraordinario fraccionamiento lingüístico que sufre este país, que solo la televisión, allá por los años 50 y 60 del siglo pasado, fue mitigando y uniformando poco a poco, difundiendo el italiano estándar por todos los rincones, aunque tendrán que pasar aún unos cuantos años para que los napolitanos o los vénetos, por poner solo dos ejemplos, dejen de hablar en la intimidad sus propios dialectos.
Para aquellos que ya se manejan con el italiano, aquí va una clase magistral de diez minutillos con la que podrán dominar a la perfección (si la risa no lo impide) todos los dialectos que se hablan en ese bendito país:
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Richard Vaughan -
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