SUPERSTICIONES, SCARAMANZIAS Y COSAS POR EL ESTILO
En todas las culturas existen en mayor o menor medida las supersticiones y una serie de ritos y acciones para contrarrestar los malos augurios y el mal fario (lo que en italiano llaman scaramanzia).
Quizás uno de los pueblos más supersticiosos que existen sea el ruso. La variedad de gestos que tienen para alejar la mala suerte o atraer la buena es más que considerable.
Una de las más sorprendentes para un extranjero es que los rusos, antes de emprender un viaje, se sientan todos junto a la persona que está a punto de partir y guardan todos un silencio sepulcral durante unos segundos. Acto seguido el viajero se levanta, coge sus maletas y se marcha sin decir esta boca es mía. Esta costumbre –que tiene nombre propio en la lengua rusa: ’prisiadem na dorozhku’-, absurda en apariencia, tiene orígenes lejanos y se debe al intento de conjurar las dificultades que implicaba realizar un largo viaje en épocas pasadas. Se hace para que nada se trunque en el camino, incluido el motor del boeing de Aeroflot en el que el viajero está a punto de facturar su destino.
Otra superstición que todos los rusos siguen a rajatabla es no hablar ni saludar a nadie en el umbral de la puerta de su vivienda, ya que la casa siempre ha sido vista como protectora de las personas que la habitan y el detenerse en el umbral constituye una especie de trasgresión a la integridad de la misma. O se habla dentro de casa o fuera, pero bajo ningún concepto en medio de la puerta.
Si en Rusia uno pasa bajo un puente justo cuando por encima lo hace un tren, conviene palmear las manos por encima de la cabeza tres veces para atraer a la fortuna.
En ese país no se pueden dejar botellas vacías sobre la mesa, de lo contrario la vida de los comensales será hueca. En las reuniones familiares, sentarse en la esquina de la mesa trae mala suerte e impide encontrar esposo/a durante siete años. Esta superstición deriva del hecho de que en las casas campesinas los ángulos de las mesas estaban reservados a los muchachos pobres, que ningún padre deseaba tener como yerno. Por si fuera poco, no se deben limpiar con la mano las miguitas que quedan encima de la mesa si no se quiere que el marido se quede calvo.
Silbar dentro de casa es todo un tabú, ya que si se hace, la riqueza futura volará por la ventana.
Siempre que regalan flores lo hacen en número impar, los ramilletes pares son para los difuntos. ¡Así que mucho cuidado cuando a una rusa se le regala un ramo de flores!
Cuando alguien se compra una casa, espanta a los malos espíritus con un gato.
Si pisan a alguien sin querer, lo normal es que se le devuelva el pisotón, curiosa forma que tienen para evitar una segura discusión.
Si alguna vez ve que un ruso en un autobús o un tranvía se come su billete, no piense que está pasando hambre. La explicación es mucho más sencilla e increíble: si el ticket es capicúa, conviene tragarse el papelito como método infalible para invocar a la buena suerte (desde que los finos papelitos han sido sustituidos por tarjetas acartonadas parece que el rito está desapareciendo).
Si en casa aparece una araña que asciende por un hilo, tenga por seguro que se avecina una buena noticia. Si por el contrario la araña desciende, la noticia será negativa.
Además de tocar madera, los rusos conjuran el mal fario escupiendo tres veces sobre el hombro izquierdo, donde dicen que se agazapa el diablo. En caso de que se cruce un gato negro bastará con agarrarse un botón para repeler la mala suerte.
Si se dejan algo olvidado en casa, lo mejor es no volver a buscarlo y si tienen que hacerlo, los rusos siempre se miran de refilón en un espejo. El problema es cuando se rompe un espejo en casa, pues la cosa es más seria de lo que parece, ya que eso anuncia desgracias infinitas y se aconseja repetir todos los remedios antes citados, pues al parecer no hay ningún remedio que por sí solo puede contrarrestar semejante prueba del destino.
Así pues, si hay un pueblo fatalista ese es el ruso, que se rinde ante la ’sudbá’, la suerte o destino, sin oponer resistencia. En este sentido son muy parecidos a los napolitanos, que no por casualidad tienen tantas o más supercherías, conjuros o cosas por el estilo. Empezando por la licuefacción de la sangre de su santo patrón san Genaro. Si cada año se produce, traerá suerte; si no, todos esperan lo peor -que el Vesubio empiece a despertar, que su equipo baje a segunda división, o alguna desgracia peor-. Pero para evitar todo esto, los napolitanos puede que tengan un arsenal todavía mayor que el de los rusos. Lo veremos en una próxima entrega (se Dio lo vuole, tocco ferro…).
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