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Lovoro flessibile

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Conflitto di generazioni

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Más chorradas

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Pecora italo-spagnola:

“Non ho mai avuto molti spasimanti. Sono sempre stata del montone”

Situazioni buffe

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Parliamo a quattrocchi?

La chiesa russa di Firenze

La chiesa russa di Firenze

La bellissima chiesa russa di Firenze, con le tipiche cupolette a cipolla, è situata in via Leone X, a pochi isolati dalla Fortezza da Basso. Fu costruita in stile tipico moscovita nel 1873 a richiesta di Maria, figlia dello zar Nicola I.

Gli affreschi dell’interno furono eseguiti da noti pittori russi e alla sua consacrazione nel 1903 assistirono numerose personalità italiane e straniere. Il filmato della cerimonia venne proiettato in piazza Vittorio Emanuele (attuale piazza della Repubblica), attirando la curiosità dell’intera città.

Oggi è diventata un episodio architettonico poco noto ai più e appena citato nelle guide cittadine, non si vede neanche dal Piazzale Michelangelo, ma, come capita con la sinagoga, aggiunge un profilo atipico a questa irripetibile città.

FINALMENTE.....

FINALMENTE.....

Dopo tantissimi anni studiando la tua lingua, finalmente ci siamo conosciuti, caro. Ne sono molto fiero.

Non dimostri la tua età, sembri più giovane di quando hai scritto la tua immortale Commedia. Forse sei anche tu immortale.

Prima o poi, alla Dante di Saragozza si dovrà leggere il tuo capolavoro. Lo proporrò quest’anno nel libro mensile ... se me lo permettono.

P.S.: ¡Temblad, temblad, maledetti!

La barca di San Pietro

La barca di San Pietro

La Barca de San Pedro es una tradición popular rural del norte de Italia -véneta y lombarda sobre todo-, que se realiza la noche del 28 al 29 de junio, es decir durante la festividad de San Pedro y San Pablo. Consiste en poner un recipiente de cristal transparente lleno de agua al aire libre, preferiblemente sobre la hierba, y echar en su interior una clara de un huevo

A la mañana siguiente se habrán formado en el agua unas estructuras blancas que recordarán las velas de una nave. Según el aspecto de estas “velas", se podía adivinar si el año agrícola iba a ser bueno o malo.

Los niños se levantaban corriendo para ver ilusionados si el santo al pasar había soplado para que apareciera su barca.

Al parecer, esta simpática costumbre se ha ido perdiendo con el tiempo.

En España, por suerte, las hogueras de San Juan cada año tienen más adeptos.

SACROMONTES I

SACROMONTES I

En el Piamonte abundan los sacromontes, esas colinas salpicadas de capillas dispuestas a modo de vía crucis. Son famosos los de localidades como Crea, Belmonte, Orta y Oropa. Pero el más famoso de todos es el de Varallo, en la provincia de Vercelli, compuesto por una basílica y por cuarenta y cinco capillas con frescos y más de ochocientas estatuas. Da non credere!!

SACROMONTES II

SACROMONTES II

Aniversario

Aniversario

Hoy, 17 de marzo de 2011, se cumplen 150 años de la Unificación de Italia.

La editorial Effatà ha querido conmemorarlo publicando un simpático libro titulado “C’era una volta... il Risorgimento. La storia in versi raccontata ai bambini” cuya autora es Agata Reitano Barbagallo. Se trata de un simpático volumen profusamente ilustrado y cuyo texto lo componen 45 poesías y una serie de explicaciones sobre los principales episodios de aquel acontecimiento tan trascendente para la historia de aquel país. Todo ello debidamente adaptado al público infantil. Aquí va un pequeño botón de muestra.

Stai attento. . .
sai com’era l’Italia prima del Risorgimento?
Sembrava il vestito di Arlecchino,
tutte toppe, cucite di fino.
Toppe di qua e toppe di là,
poco pane, nessuna libertà!
Alzava la voce lo straniero
usando le bugie a disonor del vero.
Per fortuna che c’eran pensatori,
musicisti, poeti, gran scrittori,
che volevan l’Italia indipendente,
libera dallo straniero, intelligente.
Quanti eroi hanno dato la vita!
La storia dice: «A che è servita?».
A rifare l’Italia tutta intera
come un vestito nuovo a primavera.

También este blog del Andamio está de aniversario por estas fechas. Cumple un escuálido año, quién sabe si será el último…

MUDÉJAR ITALIANO

MUDÉJAR ITALIANO

A pesar de que unánimemente se considera que el arte mudéjar es un estilo arquitectónico típicamente español -con infinidad de exponentes en nuestra tierra aragonesa-, lo cierto es que, si se busca, podemos encontrarnos con algún que otro ejemplo más allá de los Pirineos. Hay que buscar mucho, la verdad… pero al final se encuentra.

Y lo encontramos en Italia, en la preciosa ciudad marchigiana de Jesi, en la provincia de Ancona. Esta ciudad fue la cuna del gran emperador del Sacro Imperio Romano Germánico, Federico II Hohenstaufen, conocido como “stupor mundi” y uno de los monarcas más fascinantes de todos los tiempos (con decir que fue excomulgado tres veces por la Iglesia), que casó con Constanza de Aragón, hermana de nuestro rey Pedro II, hija de Alfonso II y, por tanto, nieta de nuestra entrañable Petronila.

El reducido tamaño de esta localidad no impide que encierre joyas arquitectónicas de gran interés y alguna que otra sorpresa, como esta torre, pequeñita ella, pero de factura inequívocamente mudéjar: ladrillo rojo, arcos apuntados, decoración geométrica y alero de madera con modillones.

De la poca documentación que ha llegado hasta nuestros días, tan solo se puede deducir que su autor fue un tal A. Bracconelli y que, por otros datos, parece que fue un alarife español (o quizá aragonés, quién sabe), que tras huir de la España de finales del siglo XVI ante la inminente expulsión de sus correligionarios, se cambió el nombre y afincándose en esas tierras, construyó esta simpática y coqueta torre mudéjar.

Venecia, ¿la ciudad de los enamorados?

Venecia, ¿la ciudad de los enamorados?

Venecia, ¿la ciudad de los enamorados?

¡Y un cuerno! Esto es más o menos

lo que piensa Tiziano Scarpa, autor de la guía “Venecia es un pez”.

No es una guía al uso, en primer lugar porque no está escrita por un visitante enamorado de la ciudad de los canales o por un viajero profesional, sino por alguien nacido y criado en Venecia, y por tanto con una visión de la ciudad que por fuerza ha de ser distinta a la que pueda tener un turista, por muy conocedor que sea de ella.

La guía está estructurada en las partes del cuerpo humano y la sensación que produce esa ciudad en ellas. El autor disecciona Venecia al ritmo de nuestro cuerpo: pies, piernas, corazón, rostro, manos, boca, nariz, y nos cuenta lo que experimenta cada órgano a medida que se va visitando la ciudad. Sus reflexiones, anécdotas y observaciones, escritas con un estilo socarrón y desenfadado, hacen de la lectura de esta pequeña guía “sensorial” toda una delicia, independientemente de que se conozca o no la ciudad de los canales.

El título de la guía es muy ilustrativo, ya que para Tiziano el mapa de Venecia es como un pez, concretamente como un colosal besugo varado en la arena que se ha quedado anclado para siempre en esa prodigiosa Laguna.

¿Y por qué Venecia no es la ciudad de los enamorados, según el autor? Pues porque carece de dos cosas imprescindibles para iniciarse en las artes amatorias y que no faltan en ninguna ciudad del mundo: los coches y los parques.

Y eso es algo que él debió de sufrir en sus años mozos, cuando, sin casa propia, iba en busca de aventuras y de los primeros escarceos amorosos. Estaba difícil la cosa si a un adolescente no le sobraban unos cuantos milloncejos de liras para poder pasar una noche de pasión en un hotel de la ciudad, porque montárselo en el asiento de atrás del Cinquecento o entre la espesura de unos matorrales, debía ser labor imposible.

Definitivamente, Casanova debía ser un tío con pasta…

VENDEDORES DE PIOJOS

VENDEDORES DE PIOJOS

No es ningún secreto decir que Nápoles, la capital del Mezzogiorno italiano, es también la capital de la picaresca, del arte de “arrangiarsi” o apañárselas, de la economía sumergida y del buscarse la vida como uno buenamente -o malamente- pueda.

Por ello, hasta hace relativamente poco allí se podían ver escenas callejeras de lo más variopinto, vendedores de los más variados cachivaches, como “o sapunaro”, el vendedor de jabón, “o pettenessare” el vendedor de peines, “o pazzariello” personaje vestido de general borbónico y que con un  bastón desfilaba por las calles haciendo publicidad de la tienda que le pagaba y al mismo tiempo bailando al son de algún instrumento, el “ostrecare” o “cuzzecare” vendedor de marisco (casi siempre mejillones) “o materazzare”, el colchonero, “o mellunare” o “cocomeraio” el vendedor de melones y sandías, el “posteggiatore” el cantante de serenatas callejeras, “o maruzzare” el vendedor de maruzze o caracoles y, cómo no, los vendedores callejeros de pizzas “(pezzajuole”) y de pasta (“maccarunare”), que vendían sus espaghettis y macarrones recién cocidos por las esquinas y que la gente, a falta de cubiertos, se los comían con las propias manos. A todo esto había que añadir a los vecinos viviendo hacinados en minúsculos habitáculos a pie de calle (los famosos “bassi”) que hicieron tristemente célebre al casco histórico de esta ciudad por su promiscuidad e insalubridad. Para terminar de componer la estampa, tendríamos, cómo no, a toda la gama del “cammurriste”, con todos sus gremios y jerarquías.

Pero el arquetipo del personaje típicamente napolitano era el “scugnizzo”, el niño de la calle que se buscaba la vida de limpiabotas, de chico de los recados, de trilero, o de lo que hiciese falta y que siempre estaba al acecho del incauto turista para venderle lo que hiciera falta o hacerle el “bidone” (darle gato por liebre) a las primeras de cambio.

Dos de los productos estrella con los que mercadeaban eran el “aire de Nápoles”, envasado en cajitas de cerillas y que vendían como “el mejor aire del mundo”. El otro era algo que fabricaban ellos mismos: piojos.

¿Y quién podría querer comprar piojos? Pues los soldados norteamericanos que durante la Segunda Guerra Mundial, hartos de estar fuera de su patria, no sabían cómo lograr que los mandaran de vuelta a casa y abandonar así esa ciudad asolada por la guerra. Metidos también en bonitas cajas de cerillas, los entrañables scugnizzi, después de despiojarse unos a otros, vendían los piojos por docenas a los soldados yanquis, que pagaban buenas cantidades por ellos (en dólares o en cigarrillos), y así, infestados de arriba abajo, eran inmediatamente enviados de vuelta a casa.

Esta piojosa anécdota probablemente no se encuentre en ningún libro ni en San Google, pero como me lo contó mi amigo Tonino, napolitano de toda la vida, y scugnizzo en sus tiempos mozos, me creo que pudiera ocurrir.

En realidad en la ciudad del Vesubio, todo puede o pudo ocurrir…

EXCUSAS PARA UN VERMÚ

EXCUSAS PARA UN VERMÚ

Los sábados por la mañana, se pasea por la Maestranza el ex Teniente de Hermano Mayor D. Luis del Campo y Ardid, Marqués de Tosos. Como ya es ex, se puede ver la coincidencia entre su jeta y la del último cuadro en la galería de Hermanos Mayores. Ésta ha sido la 1ª excusa para ir un finde al Palacio de Don Lope y luego echar una birra.

Con tanto paseo de D. Luis, arriba y abajo, las guías no paran de recolectar nueva y noble información, por lo que las visitas se alaaaargan y es un placer. Por ejemplo, entre las últimas novedades maestrantes está el nombre que recibía el doble techo del zaguan: pitañar (vale Pietrovi, igual tú ya lo sabías pero a lo mejor el resto de los albañiles lo ignoraban y a mí también me gusta hacerme la chulica. Te dejo, no obstante, a ti la etimología). Los transeuntes sin casa podían cobijarse en este espacio. Una vez que habían subido se quitaba la escalera de mano y se ponía otra vez por la mañana para el descenso. Se supone que además del alojamiento en alto standing también les daban algo de pitanza. Dado que el único significado que he encontrado en la web para pitañar es el de prostíbulo, discutir su vero significado será mi 2ª excusa para la segunda birra, esta vez, por favor, con tapa.

Pero lo bueno de ir a la Maestranza cuando está D. Luis es ver la carita de siervo que se le pone a todo el mundo cuando le mira. Y hay que mirarlo porque siempre aparece, como quien no quiere la cosa, cuando la guía empieza a hablar de la antigua orden de caballería. Él hace su entrada una vez que todos sabemos que los maestrantes han tenido que demostrar: ser españoles, profesar la fe católica, probar la nobleza de sus cuatro primeros apellidos, acreditar una excelente conducta moral y no tener deudas. Las guías han optado por cederle la palabra una vez que ha conquistado el espacio. El marqués de Tosos habla despacio, en volumen y en velocidad. No hace esfuerzos. Todos los que asisten a la visita le miran arrobados, mola ver la sangre azul de cerca. Pero yo me quedo con la sensación de que el que más difruta es él, porque ¿para qué diantres quieres 4 apellidos nobles si luego no te miran? Y discutir quién se lo pasa mejor será mi 3ª excusa para la tercera caña. Por favor, ésta nos la tomamos comiendo porque al mediodía el alcohol me se sube rápido.

 

LOS COMEGATOS

LOS COMEGATOS

"Veneziani, gran signori; padovani, gran dotori; vicentini, magnagati; veronesi tuti mati”.

Este popular dicho, muy difundido en el nordeste de Italia, atribuye a los habitantes de la ciudad de Vicenza la singular costumbre de comer gatos.

El origen del mismo no está claro. Unos lo atribuyen a los tiempos de la peste, cuando la gente no tenía nada que llevarse a la boca y se dedicaba a comer todo tipo de animales callejeros, pero hay que reconocer que eso no es prerrogativa de esta ciudad, sino prácticamente de todas las afectadas por este tipo de desastres.

Otra hipótesis es una plaga de ratones que sufrió Vicenza en 1698. Las autoridades se vieron impotentes para acabar con ella y al pedir ayuda a los venecianos, a éstos no se les ocurrió nada mejor que enviarles por los canales que unen ambas ciudades a toda una flota de góndolas llenas de gatos. Los felinos hicieron rápidamente su trabajo, pero el remedio fue peor que la enfermedad, pues la ciudad se vio esta vez invadida por una legión de gatos. Aunque, si nos atenemos al dicho, este problema tuvo una mejor y más rápida solución.

La última explicación es de índole meramente lingüística. “Hai mangiato” se dice en veneciano “ti ga magnà”, en paduano “gheto magnà”, y en vicentino “gatu magnà”. Haciendo gala de la rivalidad que caracteriza a todo buen vecino, las ciudades circundantes lo tuvieron fácil para colgarles a los pobres vicentinos este curioso sambenito.

Aprovechando el juego que dan los dialectos y el chascarrillo gatuno-ratonil que nos ocupa, simplemente decir que la frase “ya me levanto yo” -que en italiano sería algo así como “sono io che mi alzo”- en dialecto turinés se dice: “sun mi chi m’aus”.

Berluscolandia no deja de sorprendernos…

Una villa palladiana

Una villa palladiana

En Vicenza hay muchas villas de Andrea Palladio. Todas ellas espléndidas, con sus armónicas proporciones, sus paredes suntuosamente decoradas y sus techos con frescos pintados por los más famosos pintores de la época.

Pero en una de ellas la leyenda tiene casi tanto protagonismo como todas sus maravillas arquitectónicas.

Se trata de la villa Valmarana ai Nani (Valmarana de los Enanos)

Cuentan que su propietario, Don Giustino Valmarana, tenía una hija enana. Para que la niña no sufriese ningún trauma por su defecto físico, creó para ella todo un mundo a su medida. Las mesas, las sillas, las camas, todo era de su tamaño. Hasta los guardianes y los sirvientes eran todos enanos, para que la niña, recluida de por vida en la villa, nunca fuera consciente de su defecto. Hasta que un día penetró en el jardín un apuesto príncipe de estatura normal. La muchacha, al ser consciente de su estado, se arrojó por una torre y todos los sirvientes, rotos por el dolor, quedaron convertidos en piedra.

L'Italia sconosciuta

Benvenuti a Frikitalia!

In questa sezione possiamo parlare dell’Italia non da cartolina, dell’italia sconosciuta, l’Italia esagerata, l’Italia smisurata... 

La prima foto è della processione dei serpari di Cocullo, un paesino in provincia dell’Aquila dove il santo e tutta la gente esce in processione portando serpenti vivi. Lo fanno per San Domenico, il primo giovedì di maggio.

Le altre foto sono di una vera città teatro, una cosa indefinibile e surrealista creata da un arquitetto negli anni ’60 del secolo scorso. Si tratta di una cittadina fiabesca con 7 teatri, un convento, un anfiteatro e giardini erotico-allegorici. Se fai una gita in Umbria, troverai questa meraviglia in provincia di Terni, non lontano da Orvieto, si chiama La Scarzuola.